No es ninguna novedad para toda madre
ande ahí del otro lado de la pantalla que una cuando gana un hijo o
hija (la igualdad de género no conoce de límite de caracteres),
pierde la figura, el sueño, el pelo (aunque algunos ganan canas
verdes), salidas, libertades y mucho tiempo de pareja -entre otras
mil cosas que se te ocurrieron mientras leías esto- , mbue dejame
darte una mala noticia más: También perdés identidad.
Sí. Esa identidad que tantos años nos
costó forjar. Después de aguantar tantos “vos sos la hija de...”,
o en el coelgio cuando pasaban lista “vos sos la hermana de...”,
o en cualquier cumpleaños, bautismo, velorio, reunión familiar, o
simplemente viajando que -solo para dar charlar- te digan “vos sos
la ahijada, sobrina, nieta, prima (complete con lo que más le gusta)
de...”
Basta. Ya lo decía el ex Banco Río en
una vieja pueblicidad “No hay nada más importante que un nombre.”
Y aunque algunos padres modernos parecen que se ensañan con sus
hijos, o por lo menos e nota que no todos eran queridos. Porque la
verdad. Permitíme este paréntesis. ¿No es inhumano ponerle a un
hijo Hipólito? Por más que venga del abuelo del abuelo del
mismísimo prócer de la calle... ¡No da! ¿Pensaste que lo tiene
que llevar toda la vida? ¿Pensaste en los gastes del colegio? Lo más
suave que le van a decir es Hipo.
Pero volviendo a la reflexión inicial.
Por si todavía no te diste cuenta. Vos dejaste de ser vos. Tu vieja
que se peleó durante más de 9 meses con tu viejo para que te llamen
como sos: perdió. Ya fue. Pereció. Kaput. Ahora desde la
recepcionista, la maestra, la cocinera y hasta las amigas de tu
“gordo/a” te llaman “La mamá de Joaco.” Posta
que fue flasheante ver y escuchar a una personita concentrada en 90
centímetros de estatura mirandote a los ojos saludandote con ese
nombre y preguntandote por tu hijo. Sinceramente sentí cómo se me
caían 3 o 4 sotas encima. Viajé 20 años al futuro mentalmente y me
vi en la misma situación frente a alguna harpía que se quería
llevar al nene de casa. Ok. Volvamos. Tengo 20 años para asumirlo.
En fin. Resumiendo. Durante tus
primeros 9 meses en la panza de tu mamá te llaman y desllaman
(espero que exista el verbo) como se les va ocurriendo. Y vos estás
desde adentro escribiendo y tachando tu cartelito que te vas a poner
en con un alfiler en la camisa. Cuando nacés tu nombre dura entre
uno y dos meses. Al toque te encuentran un sobrenombre que nunca está
bueno (gordo, toti, popi, lechón, pompón y “algún día tengo que
terminar el post”). Crecés y porfin podés hacerles saber cómo te
gusta que te llamen. Y lo lográs hasta que algún tirano en la
secundaria te rebautiza como “narigona, orejuda, tetota, puro culo
como araña de techo... y demás atrocidades. Y finalmente desde que
te formás profesionalmente hasta que sos mamá tenés un 50% de
posibilidades de ser VOS, porque académicamente siempre te van a
llamar por el apellido. Así que dale, sé vos o la mamá de, o la rusa, o todas a la vez y dejame un qué opinás acá abajo.